Objetivos: Atender, educar y prestar apoyos a la sexualidad.
La Educación Sexual no puede limitarse a “la prevención de embarazos no deseados o de enfermedades de transmisión sexual como el SIDA”. Atender la sexualidad tampoco se reduce a resolver las dificultades para alcanzar orgasmos. Si fuera así sólo haríamos Educación Sexual a partir de la adolescencia y con quien tuviera pareja.
La sexualidad no debe considerarse ni un peligro, ni un problema. Por eso la Educación Sexual no puede ir sólo detrás de los peligros o de los problemas.
Todos los hombres y mujeres necesitan educación sexual. Con independencia de cual sea su actividad erótica o de si muestran mucho o poco interés por el tema. Siempre hay algo que hacer.
Los objetivos de Educar y Atender la Sexualidad nos tienen que permitir trabajar con todas las sexualidades. Evitando caer en las mismas trampas que queremos evitar: considerar la sexualidad como algo negativo y reducir la sexualidad al coito o la reproducción.
Aprender a conocerse.
Se debe procurar que chicos y chicas, hombres y mujeres, aprendan a conocerse. Aprender a saber cómo son y cómo funcionan. Y, además, cómo son y cómo funcionan otros que son de su mismo sexo y quienes son del sexo contrario. Será importante conocer además de cómo funciona los penes, las vaginas, el mecanismo de la erección, la lubricación y la eyaculación, muchas otras cosas que también son importantes. La sexualidad está en todo el cuerpo, así que habrá que conocer todo el cuerpo. Hablar de la piel, de la sensibilidad.
Conocerse es conocer también las diferencias. Es aprender que somos únicos e irrepetibles. Como hombres y como mujeres. No hay dos iguales, tampoco mejores o peores.
Las personas con discapacidad naturalmente que necesitan conocerse y conocer a los demás. Y si la discapacidad es intelectual o sensorial y pone las cosas más difíciles, eso no le resta legitimidad a la propuesta. Se procurará que se conozcan tanto como se pueda. Merece la pena.
Aprender a aceptarse.
La Educación Sexual debe procurar que chicos y chicas, hombres y mujeres, aprendan a aceptarse. A que aprendan a que son dignas y dignos de ser queridos. A estar contentos de como son, a sentir que merecen la pena. Debemos intentar que aprendan a que están preparados para el placer, para los afectos, para las relaciones eróticas (y puede que para la reproducción) A que son verdaderos hombres y verdaderas mujeres.
Esta tarea no es sencilla. Muchos hombres siguen considerando que su masculinidad guarda relación con la turgencia o el tamaño de su pene. Del mismo modo que todavía hay mujeres que creen que su feminidad se mide por la cantidad de hombres en los que despierta deseo erótico
Hay más ejemplos. Ser hombre tampoco consiste en llevar siempre la iniciativa en la relación o que te guste el fútbol. Ni ser mujer significa ser siempre tierna o que te guste ir de compras.
Es más fácil aceptarse cuando uno o una se conoce, cuando sabe que su calidad de hombre o mujer no depende de todas estas cosas: tamaños, medidas, número de relaciones eróticas, aproximarse a determinado modelo de belleza… cuando sabe que la discapacidad ni quita ni pone masculinidad o feminidad.
Insistimos, todo esto no es nada fácil. Los medios de comunicación, las películas, las revistas,… continúan mostrando sólo a determinados modelos de hombre y de mujer. Dejando en la absoluta invisibilidad al resto. Aceptarse en esas circunstancias resulta difícil. Más aún es en el caso de las mujeres, donde la presión para ser y actuar de una determinada manera es mayor.
Nuestra tarea como profesionales es ofrecer modelos de mujer y de hombre donde todas y todos puedan sentirse reflejados. Ofrecer márgenes en los que quepan todos y todas y nadie quede ignorado. Por supuesto incluyendo a los hombres y las mujeres que se sientan homosexuales.
Nosotros no damos la categoría de hombre o de mujer. Nadie la da. Por eso hemos de tratar a todos los hombres y mujeres con discapacidad como auténticos y auténticas. Porque lo son.
Aprender a expresar la erótica de modo satisfactorio.
Hablamos de satisfacción. Y, por tanto, de sentir que lo que haces te merece la pena, que te hace sentir bien. Por eso no hablamos sólo del coito heterosexual, hablamos también de la masturbación, de las fantasías, de las caricias o de cualquier otra práctica con las que una mujer o un hombre, a solas o en pareja, procura darse satisfacción erótica. Este objetivo también incluye conseguir que hombres y mujeres eviten consecuencias no deseadas con sus prácticas, como pudieran ser el embarazo o la transmisión de enfermedades. Aunque no se queda ahí.
Las prácticas eróticas siempre se acompañan de significados. Unos u otros dependiendo de los valores, las creencias o las expectativas de cada cual. Por eso sabemos que para la satisfacción tan importante como “lo que se hace” es “cómo se vive eso que se hace”. En cada relación erótica son muchas cosas las que pueden ponerse en juego.
A las personas con discapacidad les sucede exactamente igual, en sus relaciones de pareja, en sus coitos, en sus caricias, como también en sus masturbaciones. La satisfacción no se logra con tener determinada práctica. Se logra con determinada práctica y en las circunstancias adecuadas.
Nuestra tarea en este caso es ayudar a que cada persona sea capaz de ser coherente con sus deseos y encuentre las circunstancias más favorecedoras. Evidentemente sin hacer de las relaciones eróticas una obligación o un examen para acceder a “la normalidad”. Se puede disfrutar y ser feliz con coitos, pero también sin ellos. La erótica es plural y mucha son las posibilidades.